domingo, 30 de mayo de 2010

ÁNGELES Y PREGUNTAS

Hoy estoy confuso. He llegado a pensar que podía volver a tocar el cielo. Sin embargo, una extraña sensación me acompaña hace unas horas y hace que me sienta como si tuviera que abandonar mi estancia cerca de San Pedro. Caigo y mi paracaídas no sé si va a abrirse.

Por momentos vuelvo a pensar que me acerco de nuevo al santo gracias a las corrientes de optimismo que llevo pegadas en la cabeza y en el corazón. Tengo claro que las posibilidades que existen de que me pueda quedar a vivir con los ángeles son escasas. Aún así no quiero resignarme.

El problema es que no sé cómo debo tratarlos para que no se enfaden conmigo y me dejen seguir cerquita suyo. Ellos son seres extraños. También divinos. Me produce temor preguntar si me dejarán quedarme con ellos o prefieren soltarme la mano y que vuelva a vivir en la casa de los días iguales.

Al igual que a los duendes, a los ángeles hay que hablarles muy bajito y muy despacio para que no se asusten. Cuando tienen miedo se esconden y es muy difícil que vuelvan a aparecer. Si los pierdes para siempre ya no vuelven y por eso no conviene seguirlos cuando piensas que se escapan. Es mejor que sean ellos los que regresen a buscarte.

Mientras notas que caes, es difícil no intentar llamarles con voz fuerte para que se fijen en tí y te ayuden a no llegar a las habitaciones de esa casa simétrica. Te gustaría poder preguntarles y que te explicaran qué tienes que hacer para que no te suelten. Lo que pasa es que tienes miedo de no encontrar las palabras correctas y, lo que es peor, la respuesta te da miedo.

No hay peor pregunta que aquella cuya respuesta no quieres escuchar. Y más si es un todo o nada. Si vienes del nada los temores se acrecientan. Por eso cierras los ojos muy fuerte para que nada traspase a tu cabeza y no entre aquello que pueda alejarte del cielo. Además, con los ojos cerrados muy fuerte tampoco se pueden escapar las cosas que has llegado a imaginar.

Esa sensación te da fuerza para seguir la lucha por no caer y mantiene la esperanza. Es lo que siempre te ayuda a intentarlo de nuevo e impide que pierdas las ganas de querer volver a volar. Si tu ángel nota que no luchas siempre te abandona. Por eso yo ahora tengo los ojos cerrados muy fuerte. Y es que en el cielo se vive muy bien.

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