viernes, 14 de mayo de 2010

DOBLETE

Mi compañera Eva Hinojosa, periodista de la felinidad y reina de las nimiedades geográficas, acompañaba mi café de máquina mañanero con la siguiente reflexión. Mordaz e inteligente como siempre me decía: “Los únicos que son felices y no se han enterado todavía de la que está cayendo son los hinchas del Atleti”. Se lo merecen, añado. Ya les ha tocado sufrir bastante y, además, ya tendrán tiempo de hacerlo después de jugar la próxima final.

La sagacidad de Eva me sirve para comprender una imagen que me revolvió las tripas el otro día mientras seguía la final entre el Atlético de Madrid y el Fulham. Pongámonos en antecedentes. Horas previas antes de comenzar el partido, el presidente del Gobierno anunciaba un decálogo de medidas que van a suponer un agujero más en el cinturón de muchos españoles.

No valoraré si son acertadas o no. Pero si la incomodidad que me supuso ver en el palco a Miguel Sebastián, ministro español de Industria, Turismo y Comercio. Mientras muchos ciudadanos todavía trataban de digerir cómo afrontar los recortes previstos, él, parapetado tras una bufanda del club colchonero, disfrutaba del fútbol en el Hamburgo Arena.

Muchos de los votantes del Ministro y, también, muchos de los que no hubieran decidido en su día darle su confianza esperaban que a esas horas todos los miembros del Gobierno estuvieran tras la búsqueda de soluciones para intentar salir del grave problema que afecta a millones de familias en nuestro país.

Entre los más de cuatro millones de parados seguro que encontraríamos a muchos que hubieran querido poder disfrutar como usted de esa final. Y ya no en el palco, si no junto al pueblo llano. Pero se tuvieron que conformar con verlo por televisión. No se llega a fin de mes y las economías familiares de muchos españoles viven gracias a la ingeniería financiera que ustedes no son capaces de aplicar a mayores niveles.

Aunque usted se hubiera pagado la entrada, el viaje, el de sus escoltas y la bufanda que lucía, no soy capaz de entender como, aunque sólo fuera por un ejercicio de delicadeza, respeto y dignidad política, no decidió quedarse en su casa a verlo.

No hubiera tenido por qué verlo solo. Muchos de los atléticos que no pudieron acudir a ese partido seguro que le hubieran invitado a verlo a sus casas. O se hubieran tomado unas cañas con usted en cualquier bar de Hortaleza, Huertas, Carabanchel o Campamento, y, entre regate y regate de Agüero, le hubieran podido explicar por qué ya no creen en la mayoría de los políticos.

También lo mucho que les hubiera gustado estar en ese partido en Alemania y así poder olvidarse durante más de noventa minutos de sus interminables lunes al sol, de cómo les van a tener que explicar a sus hijos que este año no habrá veraneo y de por qué con menos de cincuenta años no encuentran un trabajo que les permita vivir dignamente y sentirse realizados.

Usted, sin embargo, prefirió el palco. No les engañó. Muchos de los que hubieran compartido con usted cervecita y sufrimiento, nada más verle allí, confirmaron que no se equivocaban. Que cada mañana, después de revisar las ofertas de empleo del periódico y comprobar que las cosas van a seguir igual, lo que ellos piensan de la clase política quedaba más que confirmado.

Pués nada, señor Ministro, que lo disfrute. Espero verle el próximo miércoles en el palco del Nou Camp. Así conseguirá, como espero de corazón que lo haga su Atleti, otro doblete. En su caso, eso sí, el de la estupidez.

Por cierto, también le acompañaba nuestro Príncipe. Colchonero él. Preocupado también por sus súbditos. Pero de príncipes, hadas y cuentos hablaré otro día. Ahora me voy a ver de nuevo el segundo de Forlán. ¡Aúpa Atleti!.

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