domingo, 30 de mayo de 2010

ÁNGELES Y PREGUNTAS

Hoy estoy confuso. He llegado a pensar que podía volver a tocar el cielo. Sin embargo, una extraña sensación me acompaña hace unas horas y hace que me sienta como si tuviera que abandonar mi estancia cerca de San Pedro. Caigo y mi paracaídas no sé si va a abrirse.

Por momentos vuelvo a pensar que me acerco de nuevo al santo gracias a las corrientes de optimismo que llevo pegadas en la cabeza y en el corazón. Tengo claro que las posibilidades que existen de que me pueda quedar a vivir con los ángeles son escasas. Aún así no quiero resignarme.

El problema es que no sé cómo debo tratarlos para que no se enfaden conmigo y me dejen seguir cerquita suyo. Ellos son seres extraños. También divinos. Me produce temor preguntar si me dejarán quedarme con ellos o prefieren soltarme la mano y que vuelva a vivir en la casa de los días iguales.

Al igual que a los duendes, a los ángeles hay que hablarles muy bajito y muy despacio para que no se asusten. Cuando tienen miedo se esconden y es muy difícil que vuelvan a aparecer. Si los pierdes para siempre ya no vuelven y por eso no conviene seguirlos cuando piensas que se escapan. Es mejor que sean ellos los que regresen a buscarte.

Mientras notas que caes, es difícil no intentar llamarles con voz fuerte para que se fijen en tí y te ayuden a no llegar a las habitaciones de esa casa simétrica. Te gustaría poder preguntarles y que te explicaran qué tienes que hacer para que no te suelten. Lo que pasa es que tienes miedo de no encontrar las palabras correctas y, lo que es peor, la respuesta te da miedo.

No hay peor pregunta que aquella cuya respuesta no quieres escuchar. Y más si es un todo o nada. Si vienes del nada los temores se acrecientan. Por eso cierras los ojos muy fuerte para que nada traspase a tu cabeza y no entre aquello que pueda alejarte del cielo. Además, con los ojos cerrados muy fuerte tampoco se pueden escapar las cosas que has llegado a imaginar.

Esa sensación te da fuerza para seguir la lucha por no caer y mantiene la esperanza. Es lo que siempre te ayuda a intentarlo de nuevo e impide que pierdas las ganas de querer volver a volar. Si tu ángel nota que no luchas siempre te abandona. Por eso yo ahora tengo los ojos cerrados muy fuerte. Y es que en el cielo se vive muy bien.

martes, 25 de mayo de 2010

GRITOS Y PATALEOS

Hoy he sentido verguenza. Los senadores del Partido Popular reclamaron en la sesión de control al Gobierno en la Cámara Alta la dimisión del Presidente del Gobierno. Hasta aquí, nada nuevo. En época de Aznar fueron los socialistas quienes lo hicieron muchas veces.

Lo que me ha puesto la cara roja es ver cómo el presidente del Senado, Javier Rojo, tenía que llamar al orden a la bancada popular tras interrumpir la intervención de Rodríguez Zapatero con gritos y pataleos. Muy constructivo, la verdad. Y ante todo, un gran ejemplo para la ciudadanía.

Rojo ha indicado que los españoles lo que buscan son soluciones y no este tipo de comportamientos. Totalmente de acuerdo. Este tipo de imágenes suelen servir de relleno en muchos informativos cuando en determinados países asiáticos sus sesiones del Parlamento terminan en sonoras broncas e incluso intercambio de golpes. No creo que lleguemos a tanto. O eso espero. Pero, por dentro me queda la misma rabia.

El Gobierno central dispone de más de cuatrocientos cincuenta vehículos oficiales. Socialista. Los ayuntamientos de Madrid y Valencia son los dos más endeudados de España. Populares. Unos y otros nos quieren convencer de la importancia de moderar el gasto público. En el Senado lo han hecho a gritos. A nosotros nos lo dicen despacito. Para que no se nos atragante.

Por eso han decidido rebajarse el sueldo. Fenomenal. Pero que no se lo vuelvan a subir. Cuando los brotes verdes sean matojo deben recordar lo que tuvieron que gritar y patalear para sacarnos de la crísis.

Les recuerdo a los señores senadores que ellos, populares y socialistas, todavía viajan en Primera a costa de todos los españoles. También que el Gobierno Central cuenta con más de cuatrocientos coches oficiales. Que los ayuntamientos de Madrid y Valencia son los dos más endeudados de España. Así que, ni populares ni socialistas pueden dar mucho ejemplo de saber contener el gasto público.

Lo de los coches oficiales es como la tónica. En cuanto los pruebas ya no puedes dejarlo. De lo del chófer no se libran ni los partidos más situados a la izquierda. En el mitin reclaman el uso de la bici y el transporte público. Pero en cuanto bajan de la tribuna ya les espera el coche oficial.

Permítanme un inciso. ¿Si eliminamos los coches oficiales mandaremos al paro a sus conductores?. Yo tengo una idea al respecto.

Todos los viernes, los portavoces de los cinco partidos políticos con representación en las Cortes de Aragón vienen a una tertulia. Cada uno en su coche oficial. Un día les propondré una cosa. Además ellos ya han presentado alguna campaña de este tipo para los trabajadores. Les diré que vengan todos en el mismo coche. Cada semana conduce uno. Se ahorra energía, se colabora con el cambio climático y además pueden fomentar la camaradería y la búsqueda conjunta de soluciones.

Y que no se me enfaden los conductores de los coches oficiales. Yo no los mandaría al INAEM. Con los otros cuatro coches podrían pasar a recoger a aquellas personas del medio rural que tienen que acudir a diálisis. O a los ancianos que deben ir al hospital. También a personas con discapacidad que necesitan realizar gestiones y les cuesta todavía un esfuerzo enorme moverse por la ciudad.

Un día igual se lo propongo a los señores diputados. Seguro que me dicen que soy un demagogo. O que lo que digo conllevaría intrusismo dentro del sector del transporte. Me explicarán también que para eso ya existen los Servicios Sociales.

Con muy buenas palabras, eso si. Moderación, talante y responsabilidad política.

Aunque en el fondo yo creo que lo que desearían si yo les dijera eso es gritar y patalear.

domingo, 23 de mayo de 2010

PERDIDO

Ya ha terminado. Y yo no lo he visto. Para no mentir no he visto ni un solo capítulo de una serie que ha conseguido levantar a muchos españoles de la cama antes de las seis de la mañana. Síntoma de progreso. Ya no nos levantamos sólamente para ver fútbol. No está mal como terapia.

Convencido en mi ingenuidad televisiva de que una vez finalizara 'Perdidos' le llegaría el turno a 'Lost' me hicieron ver esta mañana que mi incultura catódica es similar a mi dominio del inglés. Nada más llegar a trabajar me recibieron con un "¡No me cuentes el final!.

Lo decían con el desasosiego propio del ama de casa que después de seguir novecientos capítulos de un culebrón venezolano nota como se acerca el final y la pobre chica que lleva un montón de años sufriendo va a descubrir que su padre es megamillonario y el pollopera del que está lócamente enamorada bebe los vientos por ella desde el primer día.

Es una lástima que la serie haya terminado. Aún así me atrevo a plantear que si deciden retomar el guión incluyan a Belén Esteban en la nómina de protagonistas. No crean que es descabellado. Cuatro y Tele 5 ya son hermanas. Un día podríamos ver a Iñaki Gabilondo subiéndose a La Noria y otro a Jordi González moderando el debate de Lost.

Sinergia le llaman. Y esa situación llevaría a que en la próxima tanda de la serie, señoras y señores seguidores de la Princesa de San Blas acudan con sus hijas e hijos freaks a conocer si Belén sale triunfadora en su nueva batalla televisiva.

Propongo que Manolo Lama y el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid también tengan su papel en la serie. Y si me apuran, Jesús Vázquez puede conseguir que salgan unos niños cantando junto a unos papás orgullosos de sus pimpollos.

Que digo yo que igual así me animo. Y madrugo para ver la tele.

miércoles, 19 de mayo de 2010

BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE

Anoche estuve viendo "Buenas noches, y buena suerte". Esa película nos sitúa en la Norteamérica de los años 50, en los comienzos del periodismo televisivo. Es una historia real basada en las disputas de un presentador de la CBS, Edward R. Murrow, y el senador McCarthy y su cruzada contra el comunismo.

Se narra el trabajo de un grupo de periodistas, que aún a sabiendas de que pueden perder su empleo por las presiones de los anunciantes, no dudan en investigar y dar a conocer lo que ellos entienden como una vulneración de los derechos humanos.

Cuando la ví por primera vez lo tuve claro. Yo quería ser un día como Murrow. Luchar desde un micrófono por dar a conocer y denunciar desigualdades e injusticias y, por supuesto, formar parte de un servicio público que sirviera para ayudar a conseguir una sociedad más justa.

Ayer, tras acabar de verla, me dí cuenta de que no lo he conseguido. O, al menos, que lo he hecho mientras sabía que no me podía ver salpicado por ello. Estos días he tenido la oportunidad de hacerlo y he sido cobarde. Un grupo de compañeros se encuentran defendiendo algo que ellos creen, y yo también lo creo, que es justo.

Se han manifestado en varias ocasiones haciendo valer su derecho a la huelga con la consiguiente merma que eso supone en sus ya de por sí exigüos salarios. Ni un solo incidente. Nuestro programa ha salido adelante con la misma profesionalidad que han venido demostrando en los cinco años que llevo con ellos. Pese a que por dentro yo sé que les ardían las entrañas nos han ayudado a que nuestra voz sonara igual que cualquier otro día.

Murrow no conocía a las persona a las que defendía y se la jugó por ellos. Fue un verdadero periodista. Yo sí conozco a estas personas que defienden sus derechos al lado mío. Incluso tengo amigos entre ellos. Y pese a todo no he sido capaz de contar lo que les pasa. Darles voz o enviarles un mensaje de ánimo para que todo el mundo que nos oye conozca su situación. Tampoco me he acercado a ninguna de sus concentraciones delante de su puesto de trabajo. Ni me lo han reprochado ni han variado su actitud hacia mí.

Pero ayer, mientras me fumaba el último cigarro antes de irme a dormir pensaba en que si un día lo hacen, yo, tendré que bajar la cabeza. El miedo a perder mi estabilidad laboral me ha impedido hacerme eco de una reivindicación que, si tuviera lugar en otra empresa, podría haber servido para abrir nuestro programa. En las últimas caladas me daba cuenta de lo lejos que estaba de Murrow y de sus compañeros y, lo peor de todo, es que era consciente de que no iba a ser capaz de hacerlo.

Un día, mientras estemos tomando una copa, pueden llegar a echármelo en cara. Y deberé darles la razón. Siempre termino el programa diciéndoles a los oyentes que sin ellos allí esto de hacer radio no sería posible. Sin estos compañeros, tampoco. Así que, les estoy fallando a ambos. Estoy haciendo radio pero no podré presumir de hacer periodismo.

Lo llevaba en las tripas desde anoche. Y lo tenía que contar.

martes, 18 de mayo de 2010

CASI TODO SOBRE MI MADRE

Estos días anduve despistado y sin poder centrarme en escribir. Tenía la cabeza en otro sitio. Eso me suele suceder muchas veces pero en este caso el motivo era justificable.

Hasta esta misma tarde pensábamos que mi madre iba a tener que pasar por el quirófano. Finalmente, la cita se ha postpuesto y eso me ha permitido recobrar mi tranquilidad en una huída hacia adelante.

Siempre me han dicho que no cuento las cosas importantes y que interiorizo los sentimientos. Tienen razón. Me cuesta decir las cosas y en mi pregonada, y muchas veces criticada, locuacidad lo que hago es esconder mi timidez.

Por eso hoy, mientras recogía los papeles de consentimiento de anestesia que mi madre me ha hecho revisar cien veces en los últimos siete días, he pensado que me apetecía escribir sobre ella. Alejado de cualquier atisbo de similitud con Edipo voy a hacer lo que me pide el corazón.

Ella es menuda, frágil y suave. Estuvo, y está, enamorada de un hombre al que conoció con catorce años, al que esperó más de treinta para poder casarse y falta desde hace veinte. Aguantó las negativas familiares propias de Capuletos y Montescos para poder compartir su vida con el hombre del que se enamoró cuando era una niña.

Educada en los mejores colegios no dudó en cambiar su vida para situarse al lado de una persona con carácter. Nunca les oí discutir. Siempre supo hacer del diálogo el mejor arma de una convivencia. Conmigo se ha comportado también así.

Mi forma de ser despegada y la admiración que siempre he sentido por mi padre han hecho que hasta hace unos meses nunca hubiera tenido conversaciones serias con ella. Hasta ahora había huído de profundizar en muchas cuestiones importantes por miedo a que no llegáramos a entendernos y a perder la escasa complicidad que pensaba que compartíamos.

Poco a poco he sido capaz de abrir el extraño mundo que circula por mi cabeza y acercarlo al de una mujer a la que consideraba alejada de mi forma de pensar. Por suerte tras muchas conversaciones he logrado recuperar años perdidos en los que había ido llenando el debe de mi cariño e incluso he conseguido mostrarme mucho más afectuoso de lo que en mí, y los que me conocen bien lo saben, es habitual.

Mientras escribo recuerdo como un día, hace no mucho tiempo, una mano frágil y pequeñita apretó la mía y me hizo ver lo mucho que la quería y la amargura que iba tener a partir de ese detalle por todos los instantes perdidos. Esa caricia me devolvió a la infancia y sirvió para darme cuenta de los buenos momentos que mi aspereza me habían hecho perder.

El siguiente paso será decirle todo esto personalmente. Prometo hacerlo mañana. Cuando llegue a comer antes de irme a mi casa. Y ella me dirá, como hace siempre, que tenga cuidado a la hora de poner la sartén en el fuego porque puedo quemarme.

viernes, 14 de mayo de 2010

DOBLETE

Mi compañera Eva Hinojosa, periodista de la felinidad y reina de las nimiedades geográficas, acompañaba mi café de máquina mañanero con la siguiente reflexión. Mordaz e inteligente como siempre me decía: “Los únicos que son felices y no se han enterado todavía de la que está cayendo son los hinchas del Atleti”. Se lo merecen, añado. Ya les ha tocado sufrir bastante y, además, ya tendrán tiempo de hacerlo después de jugar la próxima final.

La sagacidad de Eva me sirve para comprender una imagen que me revolvió las tripas el otro día mientras seguía la final entre el Atlético de Madrid y el Fulham. Pongámonos en antecedentes. Horas previas antes de comenzar el partido, el presidente del Gobierno anunciaba un decálogo de medidas que van a suponer un agujero más en el cinturón de muchos españoles.

No valoraré si son acertadas o no. Pero si la incomodidad que me supuso ver en el palco a Miguel Sebastián, ministro español de Industria, Turismo y Comercio. Mientras muchos ciudadanos todavía trataban de digerir cómo afrontar los recortes previstos, él, parapetado tras una bufanda del club colchonero, disfrutaba del fútbol en el Hamburgo Arena.

Muchos de los votantes del Ministro y, también, muchos de los que no hubieran decidido en su día darle su confianza esperaban que a esas horas todos los miembros del Gobierno estuvieran tras la búsqueda de soluciones para intentar salir del grave problema que afecta a millones de familias en nuestro país.

Entre los más de cuatro millones de parados seguro que encontraríamos a muchos que hubieran querido poder disfrutar como usted de esa final. Y ya no en el palco, si no junto al pueblo llano. Pero se tuvieron que conformar con verlo por televisión. No se llega a fin de mes y las economías familiares de muchos españoles viven gracias a la ingeniería financiera que ustedes no son capaces de aplicar a mayores niveles.

Aunque usted se hubiera pagado la entrada, el viaje, el de sus escoltas y la bufanda que lucía, no soy capaz de entender como, aunque sólo fuera por un ejercicio de delicadeza, respeto y dignidad política, no decidió quedarse en su casa a verlo.

No hubiera tenido por qué verlo solo. Muchos de los atléticos que no pudieron acudir a ese partido seguro que le hubieran invitado a verlo a sus casas. O se hubieran tomado unas cañas con usted en cualquier bar de Hortaleza, Huertas, Carabanchel o Campamento, y, entre regate y regate de Agüero, le hubieran podido explicar por qué ya no creen en la mayoría de los políticos.

También lo mucho que les hubiera gustado estar en ese partido en Alemania y así poder olvidarse durante más de noventa minutos de sus interminables lunes al sol, de cómo les van a tener que explicar a sus hijos que este año no habrá veraneo y de por qué con menos de cincuenta años no encuentran un trabajo que les permita vivir dignamente y sentirse realizados.

Usted, sin embargo, prefirió el palco. No les engañó. Muchos de los que hubieran compartido con usted cervecita y sufrimiento, nada más verle allí, confirmaron que no se equivocaban. Que cada mañana, después de revisar las ofertas de empleo del periódico y comprobar que las cosas van a seguir igual, lo que ellos piensan de la clase política quedaba más que confirmado.

Pués nada, señor Ministro, que lo disfrute. Espero verle el próximo miércoles en el palco del Nou Camp. Así conseguirá, como espero de corazón que lo haga su Atleti, otro doblete. En su caso, eso sí, el de la estupidez.

Por cierto, también le acompañaba nuestro Príncipe. Colchonero él. Preocupado también por sus súbditos. Pero de príncipes, hadas y cuentos hablaré otro día. Ahora me voy a ver de nuevo el segundo de Forlán. ¡Aúpa Atleti!.

EL SECRETO DE LOS VALIENTES

Nunca he creído en los libros de autoayuda. De hecho nunca había leído ninguno. Pensaba que no eran nada más que respuestas enlatadas para personas sugestionables que deseaban verse reflejadas en ellos. Un crecepelo barato que se aprovechaba de la necesidad de encontrar soluciones a un problema relacionado, en la mayoría de las veces, con la soledad.

Hace poco me regalaron uno. Omitiré el nombre del autor porque estoy convencido de que Jorge Bucay tampoco citará mi blog en ninguna de sus futuras publicaciones. Me lo regaló una amiga. Ella me dijo que le había gustado. No me quedó claro si le había servido.

Siempre he sido muy raro. Cuando me han regalado algo, aunque no me gustara, me quedara grande o lo tuviera repetido, me lo he quedado y no he ido a cambiarlo. Soy de los que se queda con el momento de la compra de ese objeto especial y cómo la ilusión que alguien pone a la hora de adquirirlo se queda pegada a él. Si lo cambias por otro pierde la magia.

Sólo hago una salvedad. Los que me hacen mis tías relacionados con el textil quedan exentos. Ellas nunca aciertan con la talla y para una tía regalar algo a un sobrino no suele ser algo que nazca, la mayoría de las veces, desde el cariño. Nace de la obligación inherente al deber de ese estrato familiar. Como odio que me hagan regalos y también celebrar mi cumpleaños he tenido suerte y eso no me ha pasado muchas veces. Ya les he dicho que soy muy raro. No traten de comprenderlo.

Volvamos al libro de autoayuda. Esta vez decidí leerlo. Pero hice un experimento. Traté de leerlo con sus ojos. Fito diría que tienen el color de la coca cola y yo quiero añadir que saben tristes. No lo está pasando bien. Por eso sintió la necesidad de comprarse ese libro.

Les hablaré más de mi amiga. Hace mucho tiempo que la conozco. Nos cruzábamos alguna vez por los pasillos del trabajo. Pasillos mágicos. Tienen la capacidad de hacerte invisible. Puedes atravesarlos y muchas veces la gente pasa al lado tuyo sin tan siquiera mirarte. Si nunca lo han hecho puedes pensar que es mala educación. Si alguna vez lo hicieron y ya no lo hacen el encuentro se queda clavado en el corazón por unos metros con forma de dolor.

Volvamos a ella. Un día nos reencontramos. O mejor dicho. Nos encontramos. Apareció en la red. Hasta ahora no había formado parte de ese grupo de cientos de amigos que comparten sentimientos, sensaciones, emociones, alegrías y tristezas por facebook pero que no pueden verte cuando se cruzan contigo por los pasillos mágicos.

Como un día me dijeron que no tenía amigos, ni reales ni imaginarios, decidí conocerla. Y ella, al poco tiempo de conocerme, decidió regalarme ese libro. Además, tengo que agradecerle que pese a que un día alguien le hablo muy mal sobre mí, algo que por cierto ya ha dejado de sorprenderme, prefirió conocerme antes de juzgar.
Según avanzaba en la lectura me daba cuenta de cómo nuestra infancia puede marcar toda nuestra vida. Lo que nuestros padres nos transmitan cuando somos pequeños marcará nuestra forma de relacionarnos en la edad adulta. Estoy seguro de que ella, mientras lo leyó, también sacó esa conclusión.

Todos tratamos de volver al pasado. De encontrar en él lo que no tenemos hoy. Y si alguna vez llegamos a tenerlo retrocedemos de nuevo para compararlo con algo que tuvimos. Siempre buscamos regresiones porque en el fondo somos cobardes y estamos convencidos de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque no lo haya sido, lo maquillamos. En lugar de llamarlo nostalgia deberíamos denominarlo miedo.

Terminé de leer el libro y saqué una conclusión. Cada vez tengo más claro cuál es el secreto de los valientes. Y estoy convencido de que mi amiga lo es. Un día llegará a mirar la vida sin necesitar un espejo retrovisor y podrá tener un presente no dominado por el pasado. El miedo seguirá ahí. Ocupará el lugar que le corresponde. El de la antesala de las decisiones. Pero seguro dará paso a una habitación más grande que poco a poco se llenará de cosas bonitas.

Se lo merece. Por regalarme un libro. Por haber demostrado mucha más valentía que yo en situaciones similares. Y por haber demostrado ser valiente al no juzgar antes de conocer. Es el primer paso que todos deberíamos dar antes de abrir la puerta de nuestro futuro. Por todas esas cosas yo disfrutaré, mientras ella quiera, de seguir siendo su amigo.

Para celebrarlo también le regalaré un libro. Y le dejaré mis gafas para que lo lea.

jueves, 13 de mayo de 2010

VERGUENZA

No sé que me ha gustado menos si el acto o la disculpa. Siempre he admirado a Manolo Lama como profesional. Pero su burla hacia un mendigo y su posterior explicación con el argumento de que él educa a sus hijos en la solidaridad, me han resultado impropios de un profesional de su experiencia. Sobre todo inadecuados para alguien que afirma inculcar a sus descendientes esos valores.

Unos minutos de tele pueden hacer que todos perdamos la cabeza. No haría falta investigar demasiado por los distintos canales para comprobar la de tropelías que se pueden cometer cuando alguien se sitúa delante de una cámara. Yo, de hecho, cometí una cuando comenzaba y me quise aprovechar de la tribuna que me brindaba la pantalla para hacer burla sobre la estatura de una persona.

Me pasé de listo. Lo reconozco. Desde entonces intento medir mis palabras tanto en radio como en televisión y trato de evitar que ese supuesto altar que nos dan los medios pueda servirme para considerar que eso me hace superior.

Tengo muy claro que, tanto en la radio como en la televisión, debemos comprender que si estamos allí, es para que la gente nos vea y nos escuche. No para vernos y escucharnos nosotros. No podemos pensar que nuestra presencia en un determinado medio de comunicación nos concede patente de corso a la hora de contar y opinar sobre cualquier tema.

Por eso, ver a un periodista español aprovecharse de la indefensión de un mendigo para arrancar unos segundos de televisión, supuestamente divertidos, me ha parecido indignante. Cualquier imagen que no aporte nada al telespectador no tiene ningún tipo de valor. Y si lo que se pretendía era ayudar realmente a esa persona, como se trató de justificar después, no hacía falta una cámara ni los comentarios realizados.

Esa persona, a la que supuestamente se trató de ayudar y que se convirtió en protagonista involuntario de esos segundos de televisión, le podría haber contado muchas cosas si le hubiera preguntado.

A lo mejor nos habría explicado por qué, mientras todos los que le rodeaban trataban de divertirse e incitados por la presencia de una cámara jugaban a lanzar la moneda más alta (incluso uno de los presentes depositó su tarjeta de crédito delante de él en el colmo del papanatismo), ha llegado a tener que dormir en la calle.

Por qué no se aprovechaban esos segundos para dar a comprender que no necesitaba unas monedas ni el convertirse en una atracción turística más dentro de la celebración de un partido de fútbol. También para darnos a entender que nuestra diversión comprada con monedas y amparada en popularidad puedan no llegarnos nunca a servir para alcanzar su categoría como persona. Ese tiempo hubiera servido para darnos cuenta de que algo funciona mal. Que mientras algunos de nosotros somos capaces de gastar miles de euros por ver un partido de fútbol, él tiene que dormir en la calle.

No entiendo por qué lo hizo. Tampoco entiendo por qué no ha pedido simplemente perdón sin añadir ningún tipo de excusa. Lo siento. He dejado de admirarle. Todos los momentos mágicos que me ha hecho pasar a través de la radio han quedado manchados por una acción que, no sólo avergüenza a una profesión que durante muchos años ha dignificado, si no que también le sitúan en el mismo lugar que a muchos de los bufones que, a cambio de ofrecer su alma a las seiscientas veinticinco líneas de la pantalla, son capaces de perder la dignidad como hizo usted, señor Lama, delante de ese mendigo.

martes, 11 de mayo de 2010

EL OSITO MISHA

“Me atacan por ser cristiano y socialista”. Con ese brindis al sol ha finalizado su comparecencia un político español tras explicar el origen de su patrimonio. También añadió que le atacan por defender a España.

Que se preparen José Blanco y Miguel Ángel Moratinos. Ellos, cristianos y socialistas, pueden ser los siguientes en recibir los ataques. Además, como ministros que son se supone que defenderán también a la Patria.

Ovación para el Presidente del Congreso. Desde su bancada, eso sí. Los que le reprochan su enriquecimiento seguro que no le han dedicado ni un aplauso. Me atrevería a decir que tampoco habrán quedado satisfechos con sus explicaciones. ¿Y los ciudadanos?. Esos, a unos y a otros, les importan menos. Vivimos en la política del “tú más” y del “sálvese quién pueda”.

Y ya que usted ha abierto el turno de la demagogia me va a permitir que yo continúe con ella.

A mí, señor Bono, que también soy cristiano y socialista no me han atacado. No se han planteado de dónde saco el dinero con el que todos los meses pago mi hipoteca ni por qué tengo dos pares de zapatillas de marca.

Creo que lo que no entienden ellos, es por qué usted tiene más pisos que yo. Yo tengo un perro. Usted, una finca con caballos. Su señora de usted, de esto yo no tengo, tiene joyerías en las que vende colgantes, pulseras y pendientes con forma de osito. Dicen que seis. Joyerías, no ositos.

Alguna cosa en común si que tenemos. Los dos hemos sido educados por la Compañía de Jesús. Los dos nos hemos licenciado en Derecho. Tras licenciarse, usted ha emprendido un camino mucho más brillante que el mío, de eso no hay lugar a dudas. También somos socialistas, cristianos y defendemos a nuestro a país.

Nos diferencia que usted milita en el partido de Pablo Iglesias desde 1970 y yo ni lo hago ni creo que lo haga nunca. También, en que su padre fue alcalde (falangista, dicen) y el mío funcionario (y de derechas, afirmo). Que usted estudió en Deusto y yo en la Universidad pública.

Con todas nuestras diferencias y similitudes permítame que le haga una reflexión.

Dudo yo que, cuando salió usted hace más de treinta años de la sede del Partido Socialista Popular de recoger su carnet de afiliado hubiera podido pensar que, unos años más tarde, y sin variar un ápice su sentimiento socialista y sus ideas de igualdad con las que buscaba un sistema menos voraz y más justo, la desaparición de cualquier forma de propiedad privada de los bienes de capital y el reparto justo de los salarios, hubiera imaginado que le iban a acusar de lo que en ese momento seguro que criticaba.

Le pediría que, al igual que debe de hacer en su finca de caballos con las mejores yegüas, intente cruzar a alguno de los ositos que la señora de usted vende es sus joyerías con el osito Misha, mascota de los JJOO de Moscú. Ese osito todavía era muy de izquierdas. Igual de esta forma consigue recordar los planteamientos vitales que como el valor se le suponen (y de esto de suponer el valor usted entiende porque ha sido Ministro de Defensa) a los militantes socialistas.

Si no, corre usted el peligro de que un día, un cristiano socialista al que crucificaron hace más de veinte siglos pueda echárselo en cara. Y Él, le puedo asegurar, que si que contaría con fuerza moral para hacerlo. Al menos, todos los que nos consideramos cristianos, así lo entendemos.

domingo, 9 de mayo de 2010

VOUYERISMO

Desde que volví a vivir a escasos metros de casa de mi madre se ha convertido en mi oasis particular. Todas las tardes, después de salir de trabajar, acudo allí para tomar cafés, fumar cigarros y leer periódicos. Pero sobre todo acudo para observar.

Es una cafetería normal. Su decoración es la misma que cuando con sólo seis años vine aquí tras cumplirse la ilusión de mi padre, que después de trabajar durante cuarenta años, soñaba con tener una casa con jardín. Por aquel entonces yo no iba a bares ni a cafeterías si no era acompañado de mis padres y éste era un sitio que no solíamos frecuentar. Con el tiempo, mi madre y yo nos enteramos de que en sus últimos meses de vida mi padre encontró en él, el lugar donde fumarse los últimos cigarros a escondidas mientras le devoraba un cáncer de pulmón.

Como decía, nada ha cambiado. Todo sigue igual que como lo recordaba. En estos meses he entendido el por qué. Su propietario y sus clientes siguen siendo los mismos que hace treinta años. Han cambiado sus hábitos, eso sí, porque muchos de ellos ahora están jubilados. Me atrevería a decirles, y no creo que me equivocara, que podría adivinar sus horarios de llegada y sus consumiciones diarias. Confieso que soy un ‘voyeur’ y que entre hoja y hoja de periódico les observo con detenimiento.

Ron con cola a partir de las siete de la tarde. Vende coches. Casado. Aficionado al deporte de prensa y televisión. Vecino de plaza. Siempre solo. A partir del tercer ron suelta su lengua y eso, en algún momento, le debió ocasionar problemas con el resto de clientes habituales.

Gin tonic a partir de las ocho de la tarde. Enfermera. Separada. Siempre sola. Comparte conversación con los habituales porque, a pesar de que sería capaz de tumbar a muchos chavales botellonófilos, nunca pierde la compostura. Alguna vez he observado como, dentro de una bolsita blanca, el camarero le vende dos botellas de tónica antes de cerrar.

Cerveza o vino a partir de las once de la mañana. Horario ininterrumpido. Ingeniero jubilado y viudo. Superó un cáncer de pulmón. Ha dejado de fumar pero creo que el último vaso de agua que tomó fue con la última pastilla que le dieron antes de darle el alta. Simpático y dicharachero. Amigo y ex compañero de mi padre. A partir del cuarto vino siempre me lo recuerda.

Tinto y blanco. Horario aleatorio. Pareja. Viudo él, hace pocos meses. Separada ella, hace unos años. Se dan la mano y se acarician levemente sentados en las banquetas. Se conocieron aquí y un día decidieron que, en lugar de irse cada uno a su casa, irían cada semana a la de uno de ellos para intentar no coincidir con la visita de los hijos de ella.

“Bien pronto se ha consolado”. Opinan ellas. Son el sector duro. Descafeinados e infusiones. Horario vespertino. Se encargan de velar por la moral de todos nosotros. Creo que me aprecian. Me han visto crecer. Siempre seré el niño que se quedó pronto sin padre, que le lleva la compra a su madre y que nunca prueba el alcohol en nuestro oasis. Además, un día me vieron salir en Antena Aragón y soy lo más cercano a Jorge Javier y a Cantizano que conocen.

Hay muchos más. Pero somos siempre los mismos. Todos tienen una historia. No sé cómo me verán ellos a mí. Yo creo que les miro porque tantas horas allí, solo, me sirven para proyectar mis tristezas en sus soledades. Quizá me dé miedo mirarme a mí mismo porque hace meses que no me encuentro. O sí que me encuentro, pero no me gusta lo que veo.

Les contaré dos secretos.

El primero es que yo todavía ocupo una de las mesas de la cafetería. Aún no tengo la categoría necesaria para ocupar un puesto en la barra. Lo respeto. Aunque esté vacía yo me voy a una de las mesas por si llega alguno de ellos no ocupar su lugar habitual. Tampoco participo de sus conversaciones. Sólo soy un oyente. Su ley no escrita impide opinar si ellos no te preguntan.

El segundo es que, qué quieren que les diga, les estoy cogiendo cariño. El roce, ya saben.

EL BANQUETE DE LAS MIGAJAS

Ayer estuve de Comunión. Bueno, en “The High School Comunion”. Del principio al fin de la ceremonia, niñas, niños, padres, madres, abuelas, abuelos y sacerdotes no pararon de cantar y bailar. Incluso, en un momento del acto, aparecieron los tambores y los bombos de una cofradía zaragozana para homenajear a los comulgantes. José María Cano debería darse una vuelta por estas comuniones y seguro que encontraba un filón.

Dentro todo era música y fiesta. Fuera, no tanto. La parroquia en la que tenía lugar la ceremonia cuenta con un comedor social que, como podrán ustedes imaginar, cuenta con numerosos comensales. A esa hora, muchos de ellos ya se encontraban en la puerta haciendo fila para entrar.

Ojalá, el tabique que separa el comedor del lugar en el que los comulgantes recibían el Cuerpo y la Sangre por primera vez sean lo suficientemente gruesos como para que las personas que allí toman a diario su único plato caliente del día no tuvieran que escuchar lo que se les contaba a las niñas y a los niños.

Les contaban que tenían que ser muy buenos, ayudar a los pobres y también a los negritos de África que pasan hambre. Los invitados asentíamos y dábamos la razón al celebrante mientras veíamos en las princesas y almirantes que había sobre el altar nuestro acto de contribución a conseguir un mundo mejor. Al fin y al cabo, después de haberles hecho unos regalos carísimos y antes de irnos a comer un buen banquete estábamos dándoles a los homenajeados el “tú la llevas” de la conciencia.

Los adultos estábamos más preocupados por la fiesta, las fotos y que no se arrugaran los vestidos (“que hay que ver lo caros que son y al fin y al cabo nos los utilizas más que un día porque, fíjate, el pequeño le saca a éste una cabeza y para el año que viene ya no le sirve”) que por la palabra. Creo que, si hubiéramos escuchado atentamente lo que se les contaba a los niños, no hubiéramos esquivado a la entrada de la ceremonia a muchos de los que esperaban para degustar el banquete de las migajas que se les ofrece al otro lado de ese tabique.

Ni que decir tiene que el trabajo de la gente que diariamente se realiza en estos comedores y el de quienes colaboran económicamente porque esa comida llegue a todos esos platos merece todo el reconocimiento. Lo que no queda claro es por qué, mientras dentro hablábamos de amor y solidaridad, fuera evitábamos el contacto con quienes pedían unas monedas, tabaco o simplemente un poco de conversación.

Por eso espero que ese tabique no permitiera escuchar lo que se estaba diciendo al otro lado. Si mientras comían hubieran escuchado los que les aconsejábamos a los niños se les hubiera atragantado el alimento. No entenderían cómo fuera evitábamos su presencia y dentro asentíamos que el amor y la solidaridad servirán para que las generaciones futuras tengan un futuro idílico.

viernes, 7 de mayo de 2010

TRISTE Y PACHUCHA

Acabo de terminar de ver un reportaje en el programa ‘Detrás de mi cámara’ de Aragón TV. Hablaban sobre cómo encontrar el amor. Desde jóvenes hasta ancianos incidían en la necesidad de buscar compañía. Cuánto más jóvenes, más importancia le daban al aspecto físico. Los más mayores buscaban la belleza del corazón.

Me suele costar ver un programa de televisión completo. Pero he de reconocer que me ha enganchado. Lo he notado sincero. Tanto delante como detrás de la cámara. Me ha hecho sonreír un señor de Luesia que, con ochenta y dos años, afirmaba que la vida sin amor era triste y pachucha.

Eso debe de pensar una amiga mía con la que tomé un café la pasada semana. Me explicó que por fin había encontrado al hombre de su vida. Mientras daba vueltas en la taza con la cucharilla y la escuchaba noté mi ego herido. Ella fue mi primera novia. Ahora es mi mejor amiga. Y yo, en ese momento, estaba descubriendo que otro ocupaba el lugar que yo pensaba que estaba reservado para mí hasta el fin de los tiempos.

Tengo que aclarar que éramos unos críos cuando nos creíamos la mujer y el hombre de nuestras vidas. Yo acudía a la puerta de su casa por sorpresa muy temprano antes de ir a clase y la esperaba para recitarle un poema o llevarle una flor. Poco a poco eso me costaba hacerlo cada vez más y me percaté de que esa vida, que parecía eterna hacía pocos meses, se acababa.

Con el tiempo, los dos hemos tenido más sentimientos de ese tipo. Ella me acababa de dejar claro que había encontrado uno nuevo. Yo vivo con un labrador que se llama Hugo. Para que nadie piense que he decidido ampliar mis horizontes amorosos aclararé que Hugo es labrador de raza, canina añado, no de profesión.

Volví hacia casa paseando. Aclaro también que paseo mucho porque todavía no tengo carnet de conducir. Estoy planteándome preguntar si me lo darían a cambio de los dos años de Geografía e Historia que estudié antes de matricularme en Derecho. Si me dan el papelito rosa sentiré que, como después de ir por primera vez al bingo, realmente he conseguido la mayoría de edad. Mientras andaba recordaba la conversación con la mujer que me acababa de destronar como hombre de su vida.

Me preguntaba cómo podemos saber que alguien es realmente lo más importante de nuestra vida. Pensé que puede serlo mientras te levantas a su lado y piensas que al día siguiente quieres que suceda de nuevo lo mismo. Porque los días son muy largos. Y, a veces, las noches todavía más.

Puedes acostarte una noche en la misma cama y sentir que duermes en la cama de al lado. Y, aunque te haya querido y te haya soñado, percibir que te vas a despertar junto a alguien que fue futuro y que ahora solamente es pasado. Notar que la vida es muy larga. Que las cosas cambian y que, sólo al final, cuando llega el día del último viaje (gracias, Don Antonio) llegas a saber si quienes han dormido contigo merecen el apelativo que le concedía mi amiga a su último amor.

Por eso, y por higiene, Hugo duerme en una mantita a los pies de mi cama.

jueves, 6 de mayo de 2010

AMORES Y CAMPAÑAS

Soy un ingenuo. Lo reconozco. Pero es que no lo puedo evitar. En el fondo me cautivan. Tengo un calendario en mi habitación en el que voy arrancando con enorme ilusión los meses que faltan para que comience la campaña electoral.

En el fondo, la fase de creación de un cargo electo es como una relación de pareja. Hombre quiere a mujer. Mujer a hombre. Hombre a hombre. O mujer a mujer. Político quiere un cargo. Política quiere un cargo. Y siempre con el mismo objetivo. Hacer feliz al otro y luchar cada día porque las cosas nos vayan mejor.

La campaña electoral es igual que las primeros pasos de un noviazgo. Todo es bonito. El futuro está delante y no tiene límites. No necesitas a nadie más. Prometes amor eterno y su pelo es el más bonito y más sedoso del mundo.

Los más duros se vuelven sensibles. Hasta un Registrador de la Propiedad, con lo serios que suelen ser siempre estos señores, tiene tiempo estos primeros meses de pensar en lo difícil y lo duro que va ser la vida para su niña si él no la cuida y la mima. Sin dejarse un detalle oigan. Se preocupa hasta por el precio de ‘los chuches’. A la niña que no le falte de nada y que no se preocupe por nada.

En los primeros meses todo son besos, abrazos y fotos. Tanto los enamorados como los políticos en campaña ven un niño y sus ojos se llenan de ternura. Lo sienten como suyo. Imaginan lo felices que le podrían hacer y lo mucho que se van a preocupar por él cuando tengan uno. Niño o votante. Esto es igual.

Pero llega el gran día. Y la gran noche. Hay que dar el ‘si quiero’. Enamorados y políticos lo hacen rodeados de fotógrafos, familiares y admiradores. Sonrisas, ilusiones y esperanzas. La noche trae consigo los nervios. Para muchos y muchas es la primera vez. Cada vez menos, eso sí. Lo siento, Santo Padre. El Sexto y el Noveno han perdido mucha fuerza en el decálogo. Del Séptimo y del Décimo, sobre todo por los políticos, hablaremos en otro momento.

Los problemas llegan a partir de aquí. Empieza la convivencia. Todo lo prometido para conquistar hay que empezar a cumplirlo. Y claro. El roce hace el cariño pero también desgasta. A los niños a los que se miraba con ternura se les empieza a ver con otros ojos. Claro. Ahora hay que comprarles ‘los chuches’. Estos niños ya no son de los demás.

Ese pelo bonito y sedoso aparece en el desagüe de la ducha. Los abrazos, las sonrisas y las fotos empiezan a distanciarse en el tiempo y van perdiendo efusividad. Al que se le ha prometido espera ver cumplido el compromiso. El que ha prometido afirma que todo llegará. Que es algo coyuntural y que los brotes verdes volverán a resurgir.

Pero lo prometido no llega. O quizá llega de una forma distinta a la que se esperaba. El amor se rompe. “Tenemos que hablar”. O si lo prefieren, “Tengo una pregunta para usted”. “No es por tu culpa”. Soy yo quién ha cambiado”. “Te sigo queriendo, pero de otra manera”. Transfuguismo del corazón.

Promesas rotas. Pactos destrozados. Reparto de recuerdos. “Esto si no te importa me lo quedo yo. Es que le tengo mucho cariño”. Y uno puede decir que sí. O puede decir que no. Por mucho que odie y deteste eso a lo que el otro le tiene tanto cariño luchará por mantenerlo. Muchas veces dicen que es por el sillón.

Pero yo sigo siendo un romántico. O un ingenuo. No lo sé. Sigo viendo cada campaña electoral y cada relación amorosa con la misma ilusión que veo ‘Titanic’. Siempre espero que el barco no se hunda y que Leonardo no se muera de frío. Y siempre, el que termino quedándome helado soy yo. Y el caso es que no aprendo, oigan.

martes, 4 de mayo de 2010

"SOLAMENTE CAMBIAMOS DE NOMBRE. PARA TODO LO DEMÁS SEGUIMOS IGUAL"

“Solamente cambiamos de nombre. Para todo lo demás seguimos igual”. Una gran empresa española que opera en todo el mundo ha lanzado este eslogan hace pocas fechas. Una máxima dice que nunca hay que fiarse del todo de lo que dice la publicidad, pero en este caso les tengo que decir que pueden hacerlo al cien por cien.

Y lo sé porque trabajo muy cerca de sus empleados. Llevo cinco años compartiendo con ellos muchas horas de radio y de televisión. Ustedes no los ven. Ni los oyen. Pero sin ellos ni nos verían ni nos oirían.

Todos los lunes, a primera hora de la mañana uno de ellos se encarga de que mi voz suene y algunos otros de que mi cara pueda verse. Unas horas más tarde, otro hace que nuestra voz llegue a todo aquél que quiera escucharla. Gracias a ellos mi madre puede estar orgullosa de lo guapo y lo simpático que es su chico. Y de ponerse bien hueca cuando se lo recuerdan las vecinas.

Todos ustedes convendrán conmigo en que no hay nada más importante que el poder hacer feliz a una madre. Y también, que a las madres hay que decirles siempre la verdad. Hoy a la mía yo le quiero contar un pequeño secreto.

Lo voy a explicar sin tecnicismos, primero, porque mi madre ya es mayor y no entiende de tecnologías y, segundo, porque yo tampoco tengo ni repajolera idea de cómo lo hacen.

Mamá, para que tú puedas verme y escucharme, estos compañeros, cuya empresa ha cambiado de nombre, pero que para todo lo demás sigue igual, se encargan de ponerme un micrófono, de tocar unos botones y de enfocarme con unas cámaras.
Además, salen con unas furgonetas que llevan dentro más botones y una antena muy grande que dicen que sirve para repetir la señal. Cuando me cuentan estas cosas yo asiento para dar la impresión de que entiendo perfectamente qué me dicen y cómo funciona, pero en realidad me siento igual que cuando miro un sudoku.

Mientras nos ponen los micrófonos, muchas veces ni les miramos. Seguimos a lo nuestro hablando de las cosas importantes que pensamos que decimos siempre los que salimos en la tele. Si ellos hicieran lo mismo, nosotros no lo entenderíamos. Un día podrían darse la vuelta mientras hablamos y no escucharnos. Seguro que pensábamos que eran unos inconscientes que no se preocupan por conocer los asuntos tan interesantes y divertidos que contamos.

En la radio pasa lo mismo, mamá. Alguien se sienta delante de una mesa con muchos botones, tiene al lado un ordenador y va tocándolos cada cierto tiempo. Los invitados vienen, nos hablan y se van muy agradecidos de que nosotros les hayamos hecho preguntas. Nadie recorre los dos metros del pasillo que nos separa de ellos para decirles adiós o darles las gracias por lo bien que ha sonado su voz.

Y además, estos compañeros cobran poco. No se diferencia, salvo contadas excepciones, su categoría profesional. Cobran muy poquito si trabajan de noche y los festivos trabajados se los cambian por días de fiesta en días laborables. Esto último es una suerte. Porque así pueden permitirse el lujo de aprovechar esos días laborables para hacer gestiones e ir de bancos. Eso es algo maravilloso. O eso me decían siempre mis amigos cuando a mí me tocó durante muchos años trabajar todos los fines de semana y libraba entre el lunes y el viernes.

¿Acaso hay algo mejor que poder ir al banco entre semana cuando uno es mileurista?. Yo creo que no. Así puedes comprobar que la segunda semana del mes ya no tienes que preocuparte de si vas a llegar a fin de mes. El día quince ya tienes claro que no. El otro medio mes que te queda por delante, fuera preocupaciones. Sólo tienes que pensar en la alegría que te supone pensar que ya pronto vas a cobrar lo del mes siguiente.

Al fin y al cabo, por poner micrófonos en la solapa de gente que cuenta cosas importantes y por apretar botones tampoco se debería aspirar a nada más. Y encima teniendo la suerte de trabajar en un sitio en el puedes conocer a mucha gente que sale en la tele. Y a veces puedes ver hasta a futbolistas y cantantes. El novamás, oiga.

Pero te quiero contar algo, mamá. El otro día hicieron huelga. Ellos piensan, o no, que todo eso está muy bien. Pero claro, muchos de ellos se han licenciado en Comunicación Audiovisual. Otros muchos llevan años tirando cable y dejándose las manos negras de sonorizar orquestas y festivales de jota. Incluso algunos han trabajado fuera de España. Y todos, eso seguro, todos tienen madre.

E igual que tú no entendías que yo me pegara todas las mañanas de los domingos durante mis años de carrera en la puerta de un hotel con una grabadora esperando a que saliera un futbolista para que me contara lo difícil que iba a ser el partido y que no había enemigo pequeño, las suyas tampoco podrán entender por qué sus hijos e hijas después de estudiar y prepararse tanto tienen que salir a la puerta de su puesto de trabajo para pedir que se valore lo que hacen.

Seguro que el dueño de su empresa cuando vaya a alguna radio o a alguna tele para hablar de lo mucho que nos vamos a tener que apretar el cinturón para salir de la crisis pensará que él ya lo hace. Al fin y al cabo sus trabajadores, a los que seguramente tampoco saludará cuando le pongan el micrófono, ya lo están haciendo. Y todos los grandes jefes de todas las multinacionales del mundo saben que, para que un negocio funcione, es importante que se comparta un objetivo y un lema.

El de él será que las cosas no cambien. Que todo siga igual. El de sus empleados no cambiarle el nombre a él. Porque si tuvieran que hacerlo seguro que la madre de ese dueño se tendría que tapar los oídos.

lunes, 3 de mayo de 2010

LLAMADA NO REFLEJADA EN LA FACTURA

Veintidós casos de violencia de género en lo que llevamos de año. Tres más si sumamos los de hombres muertos a manos de sus parejas. 016. La llamada no queda reflejada en la factura. Ni falta que hace. El maltrato se refleja en el alma de quien lo sufre.

Cada semana se repiten por toda España las concentraciones que denuncian los casos de violencia machista en nuestro país. O deberíamos llamarlo violencia de género. Abramos el debate. En España nos encanta hacerlo.

Podríamos comenzar por el lenguaje sexista. El ‘coñazo’ es malo. La ‘polla’ es bueno. Si les digo neurocirujano, ¿ustedes piensan que hablo de una mujer?. Sean sinceros. Esto no debería ser muy importante. Pero suma.

Sigamos con otra cosa. Hace poco entrevistamos a la directora de un nuevo centro de ocio infantil en Aragón. Nos contó las actividades que tenían preparadas para los que acudieran. Me llamó la atención una cosa. Nos dijo que dentro de todos los juegos que tenían preparados había hasta cocinitas para que jugaran las niñas. Mire usted qué bien. En 2010, las niñas pueden jugar a las cocinitas. Los niños no. O también. Pero claro, igual les miraban raro.

Pobre Ferrá Adríá. Pierde el número uno y, además, contempla cómo se aleja su posibilidad de encontrar un sucesor. La Ley Sálica no sirve en los fogones. Las cocinitas son para las niñas. Menos mal que él aprendió el oficio en la Marina Española. Allí el valor y la hombría se suponen. Lo pone la ‘blanca’.

La violencia de género hay que combatirla desde casa y desde la escuela. Y también desde todos los sectores de la sociedad. La Ministra de Igualdad podrá ser reprobada por su gestión pero nunca por ser mujer. Ni tampoco por su forma de vestir. ¿Acaso nos preocupamos alguna vez por el color de la corbata de Rajoy?. Los comentarios machistas realizados por políticos y periodistas hacen mella en los más jóvenes y remarcan esa doble moral.

Teresa Fernández de la Vega es licenciada en Derecho, secretaria jurídico laboral, titulada en Derecho Comunitario por la Universidad de Estrasburgo, magistrada por el cuarto turno y fue vocal del Consejo General del Poder Judicial. Pero qué mal viste y qué mal se peina, ¿verdad?.

Dolores de Cospedal es licenciada en Derecho, pertenece al Cuerpo Superior de Abogados del Estado y ha trabajado en la Embajada española en Estados Unidos. Pero, ¿saben qué?. Se casó con su pareja de hecho y tuvo un hijo tras someterse a un tratamiento de fecundación in vitro. ¿Habrase visto?.

Claro que, en Navas del Rey (Madrid) la Guardia Civil y la Policía han tenido que impedir la subasta de una mujer en un pub de la localidad. Hace un año, un evento similar tuvo lugar en una discoteca de menores de edad en Granada. El reclamo era otra subasta de adolescentes de entre 14 y 18 años y la consiguiente invitación a los chicos a que pujaran por ellas. Para su convocatoria, se distribuyó publicidad en la que ponía como reclamo: 'Si estás soltera subástate y si estás soltero puja'.

El local, abierto en horario infantil, daba a los jóvenes billetes de Monopoly para participar en la 'venta'. El premio para el ganador del concurso consistía en tomarse un refresco en un palco 'Vip' de la sala de fiestas.

Este tipo de actos nos obligan a reflexionar sobre algo. El mensaje no llega. Y si llega, lo hace tarde. Esto no lo van a arreglar los políticos. De hecho, ellos, sus coyunturas, sus brotes verdes y sus políticas transversales no suelen arreglar casi nada. Lo debemos solucionar nosotros. No estaría mal que entendiéramos que cualquiera de nuestros comentarios sexistas, sea cuál sea el ámbito en el que se realicen, son el primer paso para que alguien pueda tener que marcar en un futuro el 016. Llamada no reflejada en la factura.

Ah, por cierto, señores de Balay. En su próximo anuncio ayúdenme a mí y háganme la vida más fácil. Que yo en mi casa también pongo la lavadora.

domingo, 2 de mayo de 2010

MIRAR Y SENTIR

Les conozco desde que yo era un niño. Siempre han vivido cerca de casa de mis padres. Yo me fui y volví. Ellos siempre han estado. Nunca los he visto al uno sin el otro. Hasta hace seis meses no había reparado en ellos. Una mañana tomando café coincidieron conmigo en una mesa cercana. Me fijé en cómo se daban la mano. Me recordó a esas primeras veces que das la mano y piensas que todo el amor que sientes se transmite a través del tacto de la piel.

Podría ser que fuera su aniversario de boda. Que el sol que hacía fuera les transmitiera que esa era una mañana especial. O quizá, que acababan de recibir una buena noticia y los dos querían expresar su felicidad a través del roce de sus manos.

Unas semanas más tarde volví a coincidir con ellos en el mismo lugar. La imagen se repetía. Yo estaba solo. Leía la prensa mientras apuraba el tercer café y el enésimo cigarro. Ellos juntos. Esta vez no a través de las manos. Estaban unidos por la mirada. Añadiré un detalle. Ella es ciega. Él la miraba con ternura y ella notaba que en ese instante era la mujer más hermosa del mundo. Yo les observaba y, posiblemente, en otra situación mi presencia pudiera haberles resultado incómoda porque la ausencia de discreción por mi parte era más que evidente.

No repararon en mí. Él sólo se preocupaba de observar con ternura un rostro que llevaba viendo más de cincuenta años pero daba la sensación de estar mirándola con los ojos de la primera cita. Ella no puede ver. O si. Me dio la sensación de que a él nunca ha dejado de verlo. En sus ojos ausentes se reflejaba el sentir de una quinceañera que se siente admirada y que, coqueta, observa delante suyo a ese primer amor que todos pensamos que va a ser definitivo.

Ahora ya no tenía dudas. No celebraban nada especial como pudo parecerme la primera vez que coincidí con ellos. Pensé que tenía suerte. Estaba siendo testigo de algo que yo en ese momento no tenía. Me dieron envidia. Noté que a ellos les sobraba todo lo de alrededor y que yo llevaba mucho tiempo sintiéndome solo a pesar de estar muchas veces rodeado de gente.

En ese momento cogí el móvil y mandé un mensaje. Conté lo que estaba viendo y me entraron ganas de llorar. Sentía una mezcla de celos y de fracaso. Noté un vacío y me llegaron nostalgias de recuerdos y momentos desaprovechados. Miedo de pensar que yo, posiblemente, nunca había sido capaz de mirar así y de que, pese a ser más joven que ellos, cabía la posibilidad de que nunca llegara a hacerlo. Recordé eso que dicen que, en todas las parejas, siempre existe un ser amante y un ser amado. En este caso comprendí que no es verdad. Son amantes y amados a la vez.

Por cierto, el mensaje que envié todavía no ha recibido respuesta. Eso sí. No desespero. Desde ese día tengo claro que cuando llegue la respuesta procuraré no malgastar el tiempo en nada que no pueda ser visto por los mismos ojos con los que miran ellos. Trataré de recordar que con ellos se ve el futuro, independientemente de la edad que se tenga, y con los míos ahora solamente se pueden ver recuerdos. También me percaté que la última vez que miré con esos ojos fue a una chica que recogía conchas en una playa del sur. Pero ya era tarde. Cada vez que vuelvo a verlos me acuerdo de eso. Y cada vez tengo más claro que no permitiré que eso me vuelva a pasar.



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HOY ESTOY CONTENTO.

Hoy estoy contento.

El Primero de Mayo de 2010 llega con una buena noticia. Quizá no lo vaya a ser para los casi cinco millones de parados, ni tampoco para el descenso del número hogares españoles debido a la vuelta al nido de muchos jóvenes por los problemas para hacer frente a las hipotecas.

Lo va a ser para un gran número de empleadas de supermercado, y más concretamente de uno de ellos, que se reparten por nuestra geografía. Dentro de muy poco, algunas de estas elegidas no deberán preocuparse para llegar a fin de mes. Tampoco envidiarán nunca más las recepciones del embajador, ni buscarán en revistas caducas de la peluquería el sueño del tener que vivir sin trabajar.

El camino hacia ese sueño se lo va a señalar la neocatódica Carmen Lomana. Ella, viuda de un industrial chileno del que heredó más de mil patentes y algunas empresas será la encargada de cantarles el Bibidi Babidi Bu del Hada Madrina de Cenicienta.
Tras su trabajo como relaciones públicas en el Banco del Santander, la viuda del industrial ha tenido tiempo suficiente para cultivar sus refinados modales y quiere compartirlos.

Y como no hay nada más democrático en estos tiempos que las pantallas de televisión, ella las va a utilizar para ayudar, según palabras de su representante, para enseñar modales a unas chicas propias de Carrefour.

Y yo, qué quieren que les digan. Conozco a dos personas que trabajan en un supermercado. Una de ellas es licenciada en Derecho y habla perfectamente dos idiomas. Los tiempos de crísis le han llevado a ocupar un puesto de trabajo para el que no se había preparado. La otra, es la madre de la mujer que más he querido en mi vida. Ella tampoco pensó nunca en trabajar en una gran cadena de alimentación. El amor le llevó a hacerlo y, fíjense, allí ha encontrado una segunda familia.

Ambas son un ejemplo. La primera sigue estudiando y buscando oportunidades dentro del sector para el que se ha preparado y la segunda ha convertido su mostrador en una especie de tribuna desde el que despacha de igual forma boquerones y saber estar.
Ahora, Carmen Lomana, en su nuevo proyecto de televisión, del que afirma va a ser directora va a enseñarles a las dos, y a muchas de sus compañeras, a moverse, a recibir gente, presentarse o a sacar el máximo partido a su físico.

Mire señora Lomana, yo le recomendaría que no se preocupara por eso. Quizá usted no sepa que fuera de la Milla de Oro existen otras preocupaciones. Si fuera posible me gustaría que usara sus influencias, que seguro que las tiene, para hacer que esas chicas puedan trabajar en la empresa de alguno de sus amigos ocupando el puesto que por su preparación les corresponde. También para conseguir que las que ya trabajan en alguno de los supermercados de los que usted las quiere rescatar cumplan los convenios, les faciliten la formación necesaria para que puedan seguir promocionando dentro de la empresa y puedan huir de los contratos precarios.

Seguro que en alguna de las cenas exquisitas que usted prepara, mejor dicho supervisa porque no la veo yo friendo croquetas, puede decirles a sus amigos y amigas empresarias que la preocupación de las jóvenes españolas no pasa por saber andar bien, ni por moverse, ni por recibir gente, ni por sacar partido a su físico. Seguro que les preocupa más saber por qué no pueden conciliar su vida laboral con la familiar, por qué cobran menos que sus compañeros, por qué es tan difícil para ellas acceder a puestos de responsabilidad y por qué el físico resulta muchas veces para ellas imprescindible para evolucionar en la empresa o encontrar un trabajo.

Por cierto, como no creo que usted los frecuente, quería decirle que un supermercado no es un establecimiento en el que su prefijo le conceda la condición de ideal y chic. Es un sitio en el que puede usted comprar de todo pero que no tiene por qué ser necesariamente pijo. No espere usted, si decide acercarse un día, tener que pasar por el photo call antes de entrar.

Si quiere puede preguntárselo a su asistenta. Ella seguro que los conoce. Como yo. Y que quiere que le diga no veo por qué sus trabajadoras necesiten de su ayuda y muchos de los clientes que acudimos no. Amplíe su ayuda a todos nosotros. “Lomana sin fronteras”. Ayúdenos a salir de la mediocridad y la vulgaridad. Y ya de paso, si le sobra tiempo, enséñeme a bailar.

sábado, 1 de mayo de 2010

EMPATÍA MINISTERIAL

Estimada Ministra de Cultura:

Me permito escribirle para agradecerle el gesto que ha tenido de acercarse a la cultura popular. En época de crísis siempre resulta complicado echar la vista hacia los bienes inmateriales (y más si se trata de un político). Pero usted ha querido dejar claro que, pese a ser filóloga, traductora y redactora de la revista Cosmopolitan antes de gestionar los destinos culturales de nuestro país, no se olvida de los descamisados. Y por eso ha querido valorar y ha manifestado su empatía por nuestra Princesa del Pueblo.

Nuestra Evita de San Blas ha encontrado la comprensión de alguien como usted que vive acompañada de poder, glamour y literatura. Su empatía por Belén Esteban, a la que incluso ve como personaje de uno de sus guiones al encontrar la vida de la madre de Andreíta interesante para una película, me ha convencido de que por mucho que nos quieran hacer creer no existen dos Españas. Me dolería mucho pensar que su admiración no es real y que usted, que ha estudiado en el American Film Institute de Los Ángeles, no lo hizo por coincidencia con su nombre de pila si no por obtener la mejor formación posible de cara a conseguir una sensibilidad especial hacia la gente que sufre. Que por aquel entonces, antes de imaginarse que podría entrar en política, ya pensaba en retratar la vida de las mujeres luchadoras.

Sinceramente, me gustaría que en su guión quedara reflejado ese afecto por ellas igual que lo consiguieron Benito Zambrano en "Solas" o Iciar Bollaín en "Te doy mis ojos". Me horroriza pensar que la vea usted con los mismos ojos que el señorito Iván miraba a Paco el Bajo en "Los Santos Inocentes".

España sigue siendo la misma que le dolió a Unamuno y que le heló el corazón a Machado. Sigue siendo una España en la que el minuto de gloria de Warhol se puede elevar a la máxima potencia. Eso si, muchos jovenes españoles no creo que compartan su empatía. Ellos esperan de su Ministra de Cultura (y de sus políticos) que empaticen con lo difícil que resulta el poder vivir de la música clásica, de la danza (su empatizada también baila, eso si), o del teatro.

Tampoco lo harán muchos actores y artistas, que después de muchos años trabajando tienen que seguir haciéndolo porque su pensión les impide vivir con dignidad. Rafaela Aparicio, Gracita Morales y Lola Gaos vivieron sus últimos días en la indigencia. Esos tres nombres nos evocan recuerdos agradables en los que nunca hubo lugar para la venta al público de lo que sucedía dentro de su casa sino que nos sirvieron para hacer que en la butaca de un teatro, de un cine o detrás de una pantalla de televisión nos sintiéramos como en la nuestra.

En la fundación Casa del Actor seguro que ven con extrañeza su afecto por mi compañera copresentadora. No entenderán como usted no prepara un buen guión para la película sobre esa mujer que, según sus palabras señora Ministra, ha tenido una vida muy especial, que muy pocas personas podremos vivir esas situaciones como las que ella vive, y de las que resultaría una película seguro sería interesante. Ellos estarían encantados. Los beneficios podrían ir destinados a la Casa del Actor.

También podría contratar en el equipo a jovenes que buscan una oportunidad en el mundo del cine trabajando como meritorios (a usted el mérito en gran parte le viene de cuna). E incluso encontraría muchos jovenes españoles muy preparados para componer e interpretar la banda sonora entre los músicos nóveles que antes le comentaba.Además, el éxito estaría asegurado. Todas las semanas se hablaría de su película. Se inventarían películas nuevas en forma de exclusiva que le darían ideas para nuevos guiones. Dentro de su reparto coral podría incluir a cuñados, ex suegros y ex trabajadores de las fincas del ex de nuestra Princesa del Pueblo. En Carabanchel, Alto o Bajo, también entenderán su afecto por Belén. Ellos, al igual que los habitantes de otros muchos barrios españoles, saben lo que es una mujer sola tenga que salir adelante con su hija. No sería tampoco un mal final poder ver a la niña en cuestión interpretar 'La campanera' con el mismo arte y entusiasmo que Manolito Gafotas.

Tan solo me queda una duda. No sé si César Antonio Molina, Jordi Solé Tura, Jorge Semprún o Ricardo de la Cierva, entre otros, compartirán o habrían compartido su afecto y empatía por la susodicha.

Pero claro, usted lo mira desde otro angular. Toda la vida es cine. Y en el cine todo es posible.