miércoles, 19 de mayo de 2010

BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE

Anoche estuve viendo "Buenas noches, y buena suerte". Esa película nos sitúa en la Norteamérica de los años 50, en los comienzos del periodismo televisivo. Es una historia real basada en las disputas de un presentador de la CBS, Edward R. Murrow, y el senador McCarthy y su cruzada contra el comunismo.

Se narra el trabajo de un grupo de periodistas, que aún a sabiendas de que pueden perder su empleo por las presiones de los anunciantes, no dudan en investigar y dar a conocer lo que ellos entienden como una vulneración de los derechos humanos.

Cuando la ví por primera vez lo tuve claro. Yo quería ser un día como Murrow. Luchar desde un micrófono por dar a conocer y denunciar desigualdades e injusticias y, por supuesto, formar parte de un servicio público que sirviera para ayudar a conseguir una sociedad más justa.

Ayer, tras acabar de verla, me dí cuenta de que no lo he conseguido. O, al menos, que lo he hecho mientras sabía que no me podía ver salpicado por ello. Estos días he tenido la oportunidad de hacerlo y he sido cobarde. Un grupo de compañeros se encuentran defendiendo algo que ellos creen, y yo también lo creo, que es justo.

Se han manifestado en varias ocasiones haciendo valer su derecho a la huelga con la consiguiente merma que eso supone en sus ya de por sí exigüos salarios. Ni un solo incidente. Nuestro programa ha salido adelante con la misma profesionalidad que han venido demostrando en los cinco años que llevo con ellos. Pese a que por dentro yo sé que les ardían las entrañas nos han ayudado a que nuestra voz sonara igual que cualquier otro día.

Murrow no conocía a las persona a las que defendía y se la jugó por ellos. Fue un verdadero periodista. Yo sí conozco a estas personas que defienden sus derechos al lado mío. Incluso tengo amigos entre ellos. Y pese a todo no he sido capaz de contar lo que les pasa. Darles voz o enviarles un mensaje de ánimo para que todo el mundo que nos oye conozca su situación. Tampoco me he acercado a ninguna de sus concentraciones delante de su puesto de trabajo. Ni me lo han reprochado ni han variado su actitud hacia mí.

Pero ayer, mientras me fumaba el último cigarro antes de irme a dormir pensaba en que si un día lo hacen, yo, tendré que bajar la cabeza. El miedo a perder mi estabilidad laboral me ha impedido hacerme eco de una reivindicación que, si tuviera lugar en otra empresa, podría haber servido para abrir nuestro programa. En las últimas caladas me daba cuenta de lo lejos que estaba de Murrow y de sus compañeros y, lo peor de todo, es que era consciente de que no iba a ser capaz de hacerlo.

Un día, mientras estemos tomando una copa, pueden llegar a echármelo en cara. Y deberé darles la razón. Siempre termino el programa diciéndoles a los oyentes que sin ellos allí esto de hacer radio no sería posible. Sin estos compañeros, tampoco. Así que, les estoy fallando a ambos. Estoy haciendo radio pero no podré presumir de hacer periodismo.

Lo llevaba en las tripas desde anoche. Y lo tenía que contar.

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