jueves, 6 de mayo de 2010

AMORES Y CAMPAÑAS

Soy un ingenuo. Lo reconozco. Pero es que no lo puedo evitar. En el fondo me cautivan. Tengo un calendario en mi habitación en el que voy arrancando con enorme ilusión los meses que faltan para que comience la campaña electoral.

En el fondo, la fase de creación de un cargo electo es como una relación de pareja. Hombre quiere a mujer. Mujer a hombre. Hombre a hombre. O mujer a mujer. Político quiere un cargo. Política quiere un cargo. Y siempre con el mismo objetivo. Hacer feliz al otro y luchar cada día porque las cosas nos vayan mejor.

La campaña electoral es igual que las primeros pasos de un noviazgo. Todo es bonito. El futuro está delante y no tiene límites. No necesitas a nadie más. Prometes amor eterno y su pelo es el más bonito y más sedoso del mundo.

Los más duros se vuelven sensibles. Hasta un Registrador de la Propiedad, con lo serios que suelen ser siempre estos señores, tiene tiempo estos primeros meses de pensar en lo difícil y lo duro que va ser la vida para su niña si él no la cuida y la mima. Sin dejarse un detalle oigan. Se preocupa hasta por el precio de ‘los chuches’. A la niña que no le falte de nada y que no se preocupe por nada.

En los primeros meses todo son besos, abrazos y fotos. Tanto los enamorados como los políticos en campaña ven un niño y sus ojos se llenan de ternura. Lo sienten como suyo. Imaginan lo felices que le podrían hacer y lo mucho que se van a preocupar por él cuando tengan uno. Niño o votante. Esto es igual.

Pero llega el gran día. Y la gran noche. Hay que dar el ‘si quiero’. Enamorados y políticos lo hacen rodeados de fotógrafos, familiares y admiradores. Sonrisas, ilusiones y esperanzas. La noche trae consigo los nervios. Para muchos y muchas es la primera vez. Cada vez menos, eso sí. Lo siento, Santo Padre. El Sexto y el Noveno han perdido mucha fuerza en el decálogo. Del Séptimo y del Décimo, sobre todo por los políticos, hablaremos en otro momento.

Los problemas llegan a partir de aquí. Empieza la convivencia. Todo lo prometido para conquistar hay que empezar a cumplirlo. Y claro. El roce hace el cariño pero también desgasta. A los niños a los que se miraba con ternura se les empieza a ver con otros ojos. Claro. Ahora hay que comprarles ‘los chuches’. Estos niños ya no son de los demás.

Ese pelo bonito y sedoso aparece en el desagüe de la ducha. Los abrazos, las sonrisas y las fotos empiezan a distanciarse en el tiempo y van perdiendo efusividad. Al que se le ha prometido espera ver cumplido el compromiso. El que ha prometido afirma que todo llegará. Que es algo coyuntural y que los brotes verdes volverán a resurgir.

Pero lo prometido no llega. O quizá llega de una forma distinta a la que se esperaba. El amor se rompe. “Tenemos que hablar”. O si lo prefieren, “Tengo una pregunta para usted”. “No es por tu culpa”. Soy yo quién ha cambiado”. “Te sigo queriendo, pero de otra manera”. Transfuguismo del corazón.

Promesas rotas. Pactos destrozados. Reparto de recuerdos. “Esto si no te importa me lo quedo yo. Es que le tengo mucho cariño”. Y uno puede decir que sí. O puede decir que no. Por mucho que odie y deteste eso a lo que el otro le tiene tanto cariño luchará por mantenerlo. Muchas veces dicen que es por el sillón.

Pero yo sigo siendo un romántico. O un ingenuo. No lo sé. Sigo viendo cada campaña electoral y cada relación amorosa con la misma ilusión que veo ‘Titanic’. Siempre espero que el barco no se hunda y que Leonardo no se muera de frío. Y siempre, el que termino quedándome helado soy yo. Y el caso es que no aprendo, oigan.

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